sábado, 3 de abril de 2021

ESPERANZADOS Y EN SILENCIO

 

No hay palabras para expresar estos momentos de esperanza. Porque, a pesar de su olor a tragedia y muerte, se esconde una esperanza de Resurrección y vida. Cristo ha Muerto, pero, muere para dar paso a una nueva Vida, a la Vida Eterna en plenitud de gloria. Llevamos la ventaja del paso de la historia, y, sabemos por ella, que el Señor muere por nosotros y Resucita para darnos esa vida nueva que nos eterniza en gozo y plenitud en la gloria del Padre.

Siguiendo las Escrituras, sabemos que aquel día, Jesús prometió al buen ladrón que estaría en su Reino aquel mismo día. Y esa promesa debe también ser motivo de esperanza para todos nosotros, que le seguimos y creemos en su Palabra. También, tenemos la ventaja de saber que Jesús Resucitó y Vive entre nosotros. Porque, los apóstoles, como las mujeres que le acompañaban, desconocían esa prometida resurrección. Se les había dicho por el mismo Jesús, pero, no se habían enterado. Quizás, porque no habían escuchado con atención o por falta de fe.

Puede sucedernos lo mismo a nosotros. Oímos muchas cosas al respecto; vemos muchos documentales que nos hablan de lo ocurrido; por la Iglesia conocemos su Palabra en las Escrituras, pero, en realidad, ¿creemos? ¿Creo que Jesús entregó su Vida para que me diera cuenta de su Amor y de que solo muriendo a mis egoísmos, mis intereses y apetencias puedo encontrar el camino de la paz y de la fe que me salve y me dé esa Vida Eterna de la que me habla Jesús?

De eso se trata. Simplemente de eso. La muerte, que hoy celebramos, no significa nada más que el paso para la Vida. Y en eso nos va también a nosotros la Vida. Una Vida plena de gozo y felicidad eterna. En realidad, si miramos bien interiormente, la llevamos impresa y sellada dentro de nuestros corazones. ¿Cómo es posible que no nos demos cuenta?