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(Lucas 19,1-10 ) |
Cuando tu corazón busca, te das cuenta que exige muchas situaciones comprometidas y de cierto tinte extremas y hasta ridículas. Hay circunstancias que no se pueden explicar, y menos comprender. Y la que hoy nos presenta el Evangelio es una de ellas. Ver a un hombre, y más cuando se trata de un hombre público y notorio, subido a un árbol, es algo extraño y sin mucho sentido.
Decir que es por la curiosidad de ver a ese JESÚS del que tanto se habla, implica cierto riesgo político y ridículo social. La inquietud por acercarse a JESÚS no es cómoda, y entraña dificultades y peligros. Desde el primer momento que arde en nosotros el deseo de mirarle cara a cara, empezamos a sentir el compromiso martirial que entraña el seguirle. Seguir a JESÚS comporta un camino martirial, porque su camino no es camino de este mundo, sino contrario a él.
Por todo ello, imaginar, sabiendo el resultado, que pasó en ese hipotético diálogo entre JESÚS y Zaqueo, será hermoso suponerlo. Porque ante el amor de JESÚS no hay respuesta que no responda amándolo. Y eso fue lo que realmente ocurrió.
Pero, sólo comentar un detalle que me advierte como muy importante: "La actitud de estar dispuesto, inclinado a la escucha y a la docilidad de la Palabra de JESÚS". No entra lo que no se deja entrar. Sólo un corazón abierto y dispuesto a la verdad es capaz de encontrarla.
Dame, SEÑOR, la actitud de Zaqueo, y la valentía
de, a pesar de los riesgos, estar atento a
escucharte y vivirte, porque sólo
en la vivencia de la Verdad
encontraré el Camino
de encontrarte. Amén.