El enfermo busca
sanación. Es por tanto evidente que enterados que estaba Jesús en algún lugar,
acudían a Él todos los enfermos del lugar. Tengamos en cuenta que en aquellos
tiempos había muchos enfermos y, agotados sus recursos, no tenían donde ir. Conocida
la fama de Jesús de sanar acudían a Él sobre todo los pobres y desvalidos, y
muchos que habían perdido sus esperanzas por la gravedad de la enfermedad.
Hoy, aunque aparentemente, parece que el problema del enfermo ha cambiado, todo sigue muy parecido, por no decir igual. Hay muchos lugares donde no hay donde ir o escasean las medicinas. Y otros, aunque se puede ir al médico, necesitan también paz interior para afrontar el reto de la grave enfermedad y la llama de la esperanza. Es evidente, y la experiencia nos cuenta de que el enfermo necesita, no sólo medicina, sino paz y esperanza, y eso sólo las da el Señor, que sigue estando entre nosotros, que nos acompaña en todo momento y lugar dejándose tocar para aliviarnos y pacificarnos.