No es cuestión de
poder sino de querer. Para nuestro Señor no hay nada imposible, pero tampoco nada
que le pueda exigir actuar. Sólo le mueve su Infinita Misericordia, su Ternura
y Bondad. Y, sabido esto, nos acercamos a Él con la debida humildad para
pedirle, tal y como hizo este leproso del Evangelio de hoy, que nos libre y
cure de las lepras que contagian e invaden nuestra vida.
Porque,
posiblemente no estemos leprosos de nuestra carne, pero sí podemos estar
infectados de otras clases de lepras que horadan nuestra vida y la destruyen
hasta el punto de alejarla de nuestro Señor y arrastrarnos a la perdición.
Tratemos de estar siempre activos en buscar al Señor y en estar a su lado y en su presencia. En Él encontraremos siempre respuestas y solución a nuestros problemas dándole sentido y aceptándolo como pruebas de nuestra fe y confianza en la Infinita Misericordia y Bondad de nuestro Padre Dios.