Cada vez que eres capaz
de perdonar, también tú eres perdonado. Nunca lo olvides. La cuestión no consiste tanto en
olvidar sino en hacer la paz. La paz cuando la ocasión te presenta a autor de
tu herida y tu soberbia se enciende y te revuelve las entrañas. La paz cuando
llega ese momento en que la propia convivencia te exige actualizar tu perdón.
No te enroque en
que no puedes olvidar. Nadie puede olvidar las ofensas recibidas, pero si
perdonarlas asistidos por el Señor. ¿No te das cuenta de que eres perdonado por
el Señor de la misma forma que tú te niegas a perdonar a tu prójimo? ¿Acaso tus
ofensas al Señor son menores que las que tú recibes de otro? ¿Cómo entonces
quieres ser perdonado por el Señor si tú no perdonas a tu prójimo?
Mira, lee y
reflexiona sobre el Evangelio de hoy domingo – Mt 18, 21-35 – y también la
primera lectura – Eclesiástico 27, 30 – 28,7 – donde todo está expuesto muy
claramente y, lo asombroso, coincide con lo que tu piensas en lo más profundo
de tu corazón. Porque, así también te gustaría a ti ser perdonado. Y de hecho
lo somos por el Señor. De modo que en la medida, asistidos y ayudados por el
Espíritu Santo, seamos también nosotros capaces de perdonar, también así
seremos perdonados. Lo decimos todos los días en la oración del Padrenuestro.
Y es que si no perdonas la puerta del cielo se te cierra. Simplemente, cada vez que reces el Padrenuestro está mintiendo. Pides al Señor que te perdone en la medida que tú también perdonas. Así que si tú no perdonas ¿cómo piensas que el Señor te va a perdonar? ¿No has leído el Evangelio? Ahora, no tengas miedo, para eso está el Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu Santo que recibió Ronaldo Nazario en su bautizo de hace días. Él te ayudará a que encuentre las fuerzas para ser misericordioso.