Lc 1,26-38 |
Dios había hecho una promesa a su pueblo. A ese pueblo elegido en Abraham - Is 7, 14. 11, 1-5. - y llegado el momento se cumple en María, la elegida, la llena de Gracia. El Evangelio de - Lc 1,26-38 - nos descubre el momento de la Anunciación del Ángel Gabriel: Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Dios cumple lo prometido y eso nos da confianza y fortalece nuestra fe. Y lo hace de una forma sencilla, humilde, pobre y sin llamar la atención. Nace entre los pobres y son los pobres los más predispuestos a acogerle y recibirle. ¿Por qué? Porque, un corazón pobre es un corazón abierto, disponible y necesitado de amor. Un corazón pobre se reconoce pecador y necesitado de perdón y de amor. Y eso sólo se encuentra en Dios. Un Dios que se hace Niño y, encarnado en Naturaleza Humana, se hace presente entre nosotros.
Y María encarna todo eso que necesita el Niño Dios para hacerse presente entre nosotros. Es humilde, sencilla, pobre y abierta a la verdad. Recibe al Señor y queda llena de Gracia. El Señor está con ella. Y es ejemplo también para nosotros y nos sirve de guía y de camino para, pareciéndonos a ella poder llegar a su Hijo. María es espejo de humildad, de sencillez, de docilidad a la Palabra del Señor, de perseverancia y de fe. María es también nuestra Madre y corredentora con su Hijo Jesús de nuestra liberación.