viernes, 10 de marzo de 2023

NI VIÉNDOSE RETRATADOS RECONOCEN SU PECADO

Mt 21, 33-43. 45-46

Son ellos los garantes del pueblo de Dios. ¿Cómo nos va éste a quitar nuestra autoridad y poder de garantizar el reino de Dios? ¿Quién se cree que es? Sus propuestas desestabilizan el orden establecido en Israel por ellos. La venda que tapa sus ojos les impide ver la verdad. Se resisten a renunciar a su poder, a su orden establecido que le permite vivir de una forma cómoda y superior. Son ellos los guías y los que garantizan el orden y las tradiciones.

El anuncio que trae Jesús, enviado por su Padre, desestabiliza todo ese orden que los sumos sacerdotes, escribas y fariseos sienten como suyo. Se consideran garantes de esa Ley y Profetas y no aceptan el vino y odres nuevos que presenta Jesús. No ha venido a cambiar nada sino a perfeccionarlo, dice y repite Jesús. Porque la Ley no puede obviar el amor y la misericordia de nuestro Padre Dios.

Es evidente que la Ley hay que cumplirla, pero una Ley justa, natural que ya Dios ha imprimido y sellado en el corazón de cada hombre. Nunca una Ley nacida del corazón del hombre. Un corazón corrompido, herido por el pecado y sometido a los vaivenes y pasiones de este mundo. Son los aires nuevos del Evangelio del Amor Misericordioso que deben ser anunciados a todos, de manera especial a los marginados, a los pobres, a las periferias, pero también al pueblo.

Quizás debemos también revisarnos nosotros, que formamos la Iglesia, abiertos a la acción del Espíritu Santo, tratar de respirar ese aire fresco, nuevo y misericordioso que el Espíritu sopla sobre nosotros. Porque toda la Ley se resume en el amor y la misericordia.