martes, 15 de diciembre de 2020

RITOS Y PRÁCTICAS


No es lo importante la palabra y la promesa, sino su cumplimiento y su concreción en los actos concretos - valga la redundancia - de las vivencias de cada día. El Evangelio de hoy nos presenta un claro ejemplo de esto que tratamos de decir. No cumple quien dice sino quien hace. Se trata de descubrir que reside dentro de lo más profundo de tu corazón, porque es eso lo que realmente saldrá afuera. No son las palabras las que determinan nuestros actos, sino lo que se cuece y nace dentro de tu corazón.

Es posible que tu corazón desee matar y tú, escondiendo ese deseo, en apariencias manifiestes otro. Eso se llama mentira e hipocresía. Dices, pero no haces. El primero de los hijos, del que habla el Evangelio de hoy, le responde a su padre negativamente, diciéndole que no irá al trabajo. Pero, lo real es que, posiblemente arrepintiéndose fue. Es decir, dijo que no, pero luego cumplió. Llegado al segundo, responde afirmativamente al mandato de su padre, pero, luego se queda y no va. Es decir, dice que sí, pero no lo hace. Engaña y miente.

El ejemplo deja muy claro cuál debe ser la verdadera actitud. No se trata de cumplir con las normas o prácticas de piedad. No se trata de simplemente orar, hacer novenas, actos de piedad y todo lo que puedas imaginar en sentido piadoso. Se trata, además de eso, que es bueno y se necesita, cumplir con tu palabra y aterrizar en los actos concretos vividos de cada día. 

Hablar y orar;  confesar y escuchar la Palabra y hasta comulgar, para luego no amar ni preocuparte por el que está herido, necesitado y pasándolo mal, no parece ser coherente ni verdadero. Se parece más a ese segundo hijo que, dice que sí, pero luego no cumple esa palabra. También nosotros debemos reflexionar sobre si oramos, confesamos y practicamos y luego no amamos. Porque, seguir a Jesús y creer en Él significa vivir en el amor tal y como Él nos ama. Y, Jesús, nos advierte para que no nos llevemos a engaños.