martes, 22 de junio de 2021

LO SAGRADO, EL AMOR AL PRÓJIMO Y LA PUERTA ESTRECHA

 

Digamos que el camino que nos conduce al Señor está señalado por unos indicadores que nos van marcando la buena dirección del que camino que vamos andando en nuestra vida. Es obvio que no hay que jugar con las cosas sagradas y no ponerlas en manos de aquellos que no las consideran sagradas, no tienen fe ni la buscan y se empeñan en acabar con toda posibilidad de fe. Conviene alejarse de todo ambiente impuro - perros y puercos - y guardar a salvo todo lo sagrado - santo y perla - .

Dios nos ha creado iguales en dignidad y, quizás, es una suposición personal, ha permitido desigualdades terrenales en los bienes materiales y físicos - enfermedades -  para que con nuestro amor las igualemos. El amor se hace presente y es necesario cuando el prójimo tiene carencias y necesidades. Amar a los que sufren, a los que lloran, a los que padecen y son pobres de todo lo necesario para sostenerse en una vida digna.

Es obvio que, también a los ricos, que tienen de todo, tenemos que amar, pero de otra manera, porque presumiblemente ellos no necesitan ayuda e incluso la rechazarán. Anunciarle la Palabra será la mejor ayuda. El criterio está contenido en ponernos en el lugar del otro. ¿No te gustaría tratarlos como si fuese tú? Es la regla de oro a la  que nos reta el amor.

Y concluimos con la certeza de que vivir en esas actitudes nos estrecha la puerta de nuestro camino. Nos incordia y nos exige vaciarnos de nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra avaricia y ambición sin medida. Entrar por la puerta ancha es todo lo contrario, dejarnos llevar por la corriente de la comodidad, del placer y la vida fácil y egoísta. Optemos por seguir esa dirección que nos señala Jesús, la puerta estrecha y angosta, pues el único y verdadero camino hacia esa felicidad eterna que buscamos.