miércoles, 20 de marzo de 2013

UN PADRE DE TODOS



Es una tentación que nos suele acechar y nos afecta, la de excluirnos de otros, o mejor dicho, excluir a otros. Siempre pensamos que lo nuestro es lo mejor, y que, en consecuencia, nosotros, los hijos de la fe, somos mejor que aquellos que vienen de afuera y no pertenecen al pueblo de la fe.

Pensamos, aunque no lo afirmemos, que los de dentro tenemos más derecho que los de afuera. Sin embargo, a pesar de que Jesús nos advierte que los últimos serán los primeros, no nos detenemos en meditar y reflexionar seriamente sobre esas palabras. Ni siquiera tenemos en cuenta quien las dice.

Nuestro Padre Dios es Padre de todos. Y un Padre no hace distinciones. Quiere a todos por igual, no mide el tiempo, pues para Él no existe, y da a todos su amor. Nadie es mejor que otro en su presencia, y solo a Él corresponde dar a cada uno lo suyo. Porque, Él, es el único Justo, y su justicia es la única Verdad.

Son palabras que nos invitan a reflexionar y a ponernos en igualdad y nivel ante todos los hombres. Todos somos hermanos, y nada valdrá nuestro amor si no somos capaces de amarnos con esta actitud fraternal como hijos de un mismo Padre. En el atardecer de nuestra vida solo seremos juzgados del amor con el que hayamos sido capaces de vivir. Y en eso está contenido el amor a todos los hombres.