sábado, 25 de febrero de 2012

¿TAMBIÉN ME LO DICE A MÍ?

Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".

Porque leer la Palabra de Dios no es leer una historia o algo que sucedió en un momento dado, sino que leer la Palabra de Dios es leer mi propia historia que se hace ahora, en este preciso momento.

Por lo tanto, ese Mateo soy yo, y a mí me dice Jesús, "sígueme". Y Mateo le siguió dejándolo todo. ¿También le sigo yo? Esa es la pregunta que hoy me toca responder, ¿estoy dispuesto a invitar a Jesús a mi propia casa y a celebrar con Él un banquete? ¿Estoy dispuesto a dejarme curar por Él?

Porque ha venido a curar, no a los sanos y hartos que no necesitan curación, sino a aquellos necesitados, pobres y humildes que se saben pequeños y limitados y necesitan quien los oriente, dirijan y curen. ¿Soy yo uno de esos? ¿Confío lo suficiente para dar el primer paso?

Ahora es tiempo de ello, es tiempo de salvación y todo lo que deje entrar en mi corazón me puede ayudar a dar ese salto de conversión. Pidamos al Señor la valentía y firmeza de confiar en Él para que con su Gracia, guiados por el Espíritu Santo, nos atrevamos a dar los primeros pasos, como Mateo, y seguirle.