Tener un amigo es un tesoro.
Porque, cuando hablamos de amigos significamos aquel que no solo nos quiere,
sino que se preocupa por nuestro bien. En definitiva, amigo es aquel al que
amamos y del que recibimos también amor. Y ese es el mandato de Jesús: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Y en eso consistirá hacer su
Voluntad: «Amarnos como el nos ama». Él es la referencia y el
modelo, de donde se deriva que estar unido a Él es vital para poder imitarle. Y
para eso nos dejó los Sacramentos, signos sensibles por los que nos unimos a Él
y recibimos su Gracia. Y a través de los que mantenemos nuestra amistad con Él.
Ya, nos dice Jesús, no les
llamo siervos sino amigos, porque nos ha dado su amistad y a conocer todo lo
que ha oído a su Padre. Ha sido Él quien ha dado el primer paso, eligiéndonos y
dándonos a conocer esa Buena Noticia recibida del Padre: «Amor
misericordioso». Y de esa misma manera debemos amar nosotros a los demás.
Pidamos pues la fortaleza y
la capacidad para poder amar con misericordia. Sobre todo a aquellos que nos
ofenden y nos rechazan.