viernes, 26 de octubre de 2018

LA SABIDURÍA DE AQUÍ ABAJO

Resultado de imagen de Lc 12,54-59
El hombre se jacta de saber mucho y de los adelantos que el mundo ha experimentado en los últimos tiempos. En algunos momentos se ha creído dueño y señor del mundo y capaz de dirigir su propio destino. Hasta tal punto que trata de decidir quien debe vivir o morir, aborto y eutanasia. Se cree capaz de organizar su vida, pero choca con la barrera de la muerte. Sin embargo, busca incesantemente alcanzar el poder sobre ella.

Su necedad le lleva a no darse cuenta de los problemas añadidos en un supuesto que lograra vencer la muerte. ¿Cabemos todos en este planeta? ¿Podríamos detener el tiempo y nuestro crecimiento? ¿Qué supondría erradicar la muerte? La espiral de preguntas sin respuestas nos descubre la limitación del hombre y los interrogantes que su existencia plantea. Se hace necesario buscar al Autor de todo lo que existe y de la existencia humana. Tanta sabiduría para pronosticar el tiempo y otras cosas, pero necedad ante la verdad, la justicia y la presencia de Dios y la escucha de su Palabra.

La vida no se para, parece larga, pero no lo es. Quizás el tiempo presente se nos haga largo en algún momento, sobre todo si lo pasamos mal, pero no se para. No hay pausa ni descanso, camina siempre y en todo momento, de noche y de día. Y la pregunta está, quizás en algunos dormida, dentro de nuestro corazón. ¿A dónde vamos? ¿Hay alguna respuesta que nos haga comprender nuestro destino? Sólo Dios lo sabe. Posiblemente, algunos se aprovechan de esa necesidad imperiosa de buscar respuestas que tiene el hombre, pero la realidad está presente. Estamos y caminamos y vamos a algún lugar y eso debe tener un Autor.

Pero, y aquí empieza todo, ese Autor ha hablado, se ha revelado en Alguien - Jesús, el Hijo de Dio - que ha vencido la muerte y que nos ha prometido vencerla nosotros también. No es una quimera ni algo salido de la propia necesidad del hombre, es nuestra propia realidad. Aspiramos a la eternidad y, de la misma manera que escrutamos el tiempo, experimentamos que, por encima de nosotros hay Alguien que salva y nos responde a todos nuestros interrogantes. Busquemos esa Palabra y, bajo la acción del Espíritu Santo, dejémonos iluminar. Amén.