lunes, 30 de mayo de 2022

Dios ha vencido al mundo

Nuestra salvación no es meritoria sino un regalo gratuito. La infinita Misericordia y compasión de Dios nos da esa oportunidad. Y es una oportunidad, porque ha dejado en tus propias manos esa posibilidad. De no ser así, nuestra salvación, por Voluntad de Dios, sería firme y sin posibilidad de condena. Pero, eso exigiría exclusión de libertad, y, nuestro Padre Dios, ha querido que seamos nosotros los que decidamos y elijamos donde queremos estar, si a su lado, o alejados de Él. Es decir, compartir su Gloria o condenarnos al fuego eterno.

Dependerá, pues, de nosotros de cumplir su Voluntad o de seguir nuestras apetencias y pasiones. Y, según eso, estaremos con Él a su derecha, gozo eterno, o a su izquierda, condenados al sufrimiento eterno. Dios nos conoce y sabe de nuestras debilidades, de nuestras heridas y el límite de nuestras fuerzas. Sabe de nuestros fracasos y pecados y, sabiéndolo, nos ama hasta el extremo de dar su Vida para salvarnos. No solo la de los que le aceptan, creen y le siguen, sino que da su Vida por todos, buenos y malos. Todos están invitados a salvarse. Precisamente, la vida, ese espacio de tiempo entre el nacimiento y la muerte, es el regalo que Dios nos da para que decidamos donde queremos pasar toda la eternidad.

Se me ponen los pelos de punta, así de simple y sencillo. Tenemos en nuestras manos la elección: la Vida eterna en plenitud de felicidad, o la condenación eterna al sufrimiento y angustia. ¿Qué elegimos?