sábado, 23 de mayo de 2009

A LA FE SE LLEGA POR LA RAZÓN


En muchos momentos, cuando el horizonte se nubla, la impaciencia te sobrecoge y el sentido de la vida parece oscuro, sin esperanza y sin, valga la redundancia, sentido común, te desplomas y tu integridad se ve sacudida y con el deseo de rendirte, de dejar de luchar, de no sentirte tan responsable, de erguir la espalda tan doblada por el peso del compromiso responsable, del sentimiento de responder al mal con bien, de ser libre y, en consecuencia, buscar el bien común.

Es entonces, en esos momentos difíciles y duros cuando la razón se pone en funcionamiento y enebra los pensamientos y juicios que te encienden el entendimiento y te abren a la luz de la fe, de proclamar, como hace unos momentos compartía con mi amigo y hermano en la fe, Elías, "yo si creo en DIOS, y disfruto la vida con ÉL".

Y es que fe es saberse querido y aceptado por el PADRE DIOS, que nos quiere, que nos acepta tal y como somos ahora, en este mismo momento, con nuestras debilidades, cabezudeces, perezas, limitaciones, soberbia, egoísmos, vanidades... ÉL sabe como somos, no en vano somos su obra y sus hijos, y en prueba de su amor nos entregó a su verdadero HIJO, para que viniera a decirnos lo mucho que nos quería, y a enseñarnos el Camino para mejorar y ser más buenos.


Porque nuestro PADRE DIOS, nos quiere como somos, pero le gustaría que mejoremos, que seamos, poco a poco, mejores, menos débiles, menos cabezudos, perezosos, limitados, soberbios, egoístas, vanidosos... por eso ha decidido quedarse con nosotros, y sabiendo, hoy día de la ascensión, que tenía que volver al PADRE, nos ha dejado al ESPÍRITU que vendrá muy pronto, Pentecostés, a quedarse con nosotros para asistirnos y acompañarnos en el camino.

No tengamos miedo, pues el ESPÍRITU está con nosotros y siempre nos alumbrará el lugar por donde podemos seguir la marcha, el camino, hasta llegar a la Casa. DIOS nos quiere tanto que permanece callado a nuestro lado, al lado de los que lo tratan indiferente y lo insultan; al lado de los que no le reconocen como PADRE; al lado de los que no quieren hablarle ni que les hable; al lado de los que, incluso, le ofenden, le insultan, le persiguen en el prójimo...

DIOS, nuestro PADRE, nos quiere tanto que con la entrega de su HIJO nos demuestra, más no se puede hacer, la altura de su Amor. Y eso, razonado, nos alumbra el camino que nosotros, sus hijos, debemos recorrer. Si DIOS, mi PADRE, me quiere de esa manera, ¿no tendré yo que hacer lo mismo con los demás? Ese testimonio de amor, que aguanta todo y espera a que respondamos, hasta el último momento de nuestra vida, aquí en la tierra, nos da a pensar que nosotros debemos proceder de la misma manera.

Por eso, en correspondencia al que me regala la vida y una vida para siempre, eterna y feliz, y sin méritos ninguno por mi parte, porque no le respondo como debiera, yo no puedo menos que esforzarme en hacer lo mismo con los demás. Y te das cuenta, al pensar de esa forma, que eso enciende tu vida, le da sentido, y es más, es la solución que todos esperamos y queremos, porque de esa forma no habría crisis, guerras, hambre, muertes, injusticias, desigualdades... ¿a qué esperan los señores gobernantes de las naciones y los que mueven los hilos económicos del mundo?