domingo, 29 de diciembre de 2024

ENRAIZADOS EN UNA FAMILIA

No aparecemos por arte de magia, ni tampoco por el impulso de un deseo. Nacemos por amor. Ese ha sido el deseo de nuestro nacimiento. Dios nos ha creado por amor, y, por amor, venimos a este mundo. Y, sea como sea, nuestros primeros pasos y años transcurre en una familia.

Así sucedió con Jesús, el Hijo de Dios. Vino a este mundo, encarnado en naturaleza humana, y por la acción del Espíritu Santo, en el seno de María. Su Madre. Y José fue elegido como su padre adoptivo. En esa sencilla y humilde familia, Jesús pasó sus primeros años.

Y, llegada ya su momento, visitó el Templo, la casa de su Padre, y allí empezó a dar sus primeros pasos respecto a su misión evangelizadora del anuncio de la Buena Noticia para la que su Padre le había enviado.

Y ante la supuesta pérdida que, su Madre María y su padre adoptivo José, habían pensado, Jesús, una vez encontrado en el Templo, y ante la pregunta de María: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando», les responde: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.

Quizás a nosotros, hoy, después de tantos siglos nos ocurra algo parecido. En nuestro caso ni siquiera muchos lo buscamos, y otros no le escuchamos ni tampoco guardamos, como María, lo que no entendemos en nuestro corazón.