domingo, 2 de mayo de 2021

LA VID Y EL SARMIENTO

 

Somos sarmientos y sin permanecer unidos a la vid nuestra vida quedaría estéril y sin posibilidad de dar frutos. Pero, no se trata de una vida cualquiera, sino de la única Vid que da esa Vida Eterna que todos buscamos. Una Vida de la que sus frutos son, no solamente frutos sino verdaderos frutos de amor. Pero, ¿quién es esa Vid capaz de hacernos dar esos hermosos frutos de amor? Sin lugar a duda, hablamos de Jesús de Nazaret.

El mismo nos lo dice en el Evangelio de hoy: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos». 

Fuera de Jesús nada tiene tiene sentido y todo se pierde. La vida no tiene ningún sentido, pues, al final a todo le llega su tiempo y su hora. Vivir desconectado de Jesús es vivir desenchufado de la Vida de Gracia y, en consecuencia, nuestra capacidad  de dar frutos es finita y limitada y nuestros frutos, por tanto, también finitos y caducos. Frutos temporales que no cuentan para el gozo y la plenitud eterna.

Jesús lo ha dicho dejándolo muy claro, sin Él nada podemos hacer, de modo que, solo injertado en Él nuestros frutos son verdaderos frutos de amor. Por tanto, acerquémonos al Señor e injertémonos en Él para que nuestros frutos sean verdaderos frutos de amor.