domingo, 8 de noviembre de 2020

¿TENGO YO TODO EL ACEITE QUE NECESITO?

Mt 25,1-13

Es posible que no entendamos lo de la falta de aceite, pero, posiblemente, en nuestra vida muchas veces nos podemos quedar sin aceite. Ese aceite que nos sostiene vivos e ilumina nuestra vida espiritual alimentada por los sacramentos. Pero, sobre todo, sostenida en la esperanza de perseverar y estar atentos a la llamada del Novio que puede acudir en el momento más inesperado y sorprendernos.

Por eso, necesitamos estar preparados y no despistarnos ni ser sorprendidos con nuestras alcuzas semivacías. Y ese estar preparado exige una vigilancia constante y perseverante. Proveernos de ese aceite significa estar limpios de todo aquello que nos impide vivir según la Palabra que Jesús, el Hijo de Dios y Mesías enviado, nos ha proclamado y enseñado y, con su Vida y Obras, dado testimonio. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Jesús quiere advertirnos de la importancia de perseverar en estar y permanecer alerta y preparados a su llamada. Ese es el mensaje del Evangelio de hoy más allá de la generosidad y el compartir. Quiere que nos fijemos en la imperiosa necesidad de estar atentos y preparados. Quiere, sobre todo, alertarnos y hacernos tomar conciencia que nuestra prioridad debe ser esa, la de estar preparados. Y, para ello, necesitamos despojarnos de todo lo que en principio nos aleja e impide estar en y con el Señor.

Esa es la reflexión de hoy, pregúntate, ¿tengo yo el suficiente aceite en mi corazón para sostenerme en la presencia del Señor cada día de mi vida? Y si no lo tengo, ¿qué hago para no ser sorprendido como aquellas doncellas necias?