domingo, 17 de abril de 2022

ENTREGÓ SU VIDA POR MÍ Y, TAMBIÉN, POR TI

 
Jn 20,1-9
La Pasión de Jesús, escalofriante y cruel, es la que hoy, aproximadamente, más de dos mil años después, nos da la oportunidad y ocasión de vivir llenos de esperanza dándole sentido a nuestras vidas de constantes caídas y ocasiones de pecados. La lucha diaria, con la asistencia del Paráclito, nos fortalece y nos hace fuertes para vencerlas.

Escribo estas humildes palabras viendo, de forma casual, pues no lo tenía previsto, las últimas escenas de la Pasión, película de Mel Gibson. Me impresiona y estremezco pensando como pudo ser ese sufrimiento y ensañamiento con el cuerpo de Jesús. Sin embargo, ahora, recibido el Anuncio y la Buena Noticia, por eso me considero un privilegiado, me llena de gozo, paz y alegría el saber y comprobar – la historia y el testimonio de los apóstoles no deja duda – la muerte de nuestro Señor que, por el Padre y para su Gloria, Resucitó a su Hijo.

La Pasión y muerte del Señor, de mi Señor, me da la vida y fortaleza de añadir, mi pobreza e insignificante pasión, a la de Jesús. Es claro que, Él, es la única y verdadera esperanza de nuestra vida. Vivir es creer – tener fe – en Jesús y seguirle hasta nuestras últimas consecuencias. Él es la Vida con Mayúscula, nuestro gozo y alegría eterna. Hoy, domingo de Resurrección, es el día más grande. No por ser domingo, sino porque fue el día que Jesús venció a la muerte. Y, nosotros, en Él, también la venceremos gracias al Infinito Amor Misericordioso del Padre. ¡Jesús ha Resucitado!