martes, 11 de junio de 2024

EN MANOS DE UN DIOS QUE NOS AMA HASTA EL EXTREMO DE ENTREGAR LA VIDA DE SU HIJO

Nuestro instinto nos lleva a protegernos. Y, precisamente, esa protección deja a Dios a un lado. Nos sentimos seguros por nuestros propios medios. Atesoramos bienes y riqueza para tener poder y protección. Y eso nos aparta de la seguridad de Dios. Porque, sólo despojado de toda seguridad experimentamos la protección y seguridad que nos viene de Dios.

La experiencia nos lo demuestra en esos momentos trágicos por los que pasamos en nuestra vida. Bien dice el refrán: «no nos acordamos de Santa Barbara sino cuando truena» Y eso es lo que suele suceder cuando pasamos por momentos de malos, bien sea de salud, económicos, de seguridad… Son esos momentos cuando recurrimos a la Virgen, nuestra Madre, y a nuestro Padre Dios. Entonces nos vemos en manos de Dios y experimentamos su presencia y protección.

Es esa la confianza que nos pide Dios: despojarnos de todo y ponernos en sus manos. No importa el poder, la economía, la fortaleza… todo nos viene de Dios. Eso no implica que hagamos lo que está de nuestra parte y nos proveamos de lo necesario, pero siempre pensando y teniendo en cuenta que nuestra seguridad, fuerza y fortaleza no está en el dinero o el poder, sino en el Amor de nuestro Padre Dios que nos envía y, como a su Hijo, nos pide que expongamos nuestra vida.

De ahí eso que nos dice hoy en el Evangelio: (Mt 10,7-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece…