viernes, 14 de febrero de 2020

MI FUERZA ES EL SEÑOR

Resultado de imagen de Lc 10,1-9

La experiencia me dice que muchos momentos de desánimos se producen porque el éxito se nos esconde y no lo vemos. Pensamos, inmediatamente, que nuestra labor ha sido en balde y pensamos en arrojar la toalla y abandonar. En el fondo creemos que nuestro trabajo depende de nosotros, y si eso ocurre en muchos aspectos de nuestra vida, no sucede así en nuestra labor apostólica. 

Somos enviados como ovejas entre lobos. Eso significa que nuestra fuerza no está en nosotros sino que depende del Espíritu Santo que nos acompaña, nos fortalece y nos auxilia. Nuestro Pastor nos pastorea y nos defiende y nos mantiene unidos en el mismo redil. Y mientras seamos ovejas del Buen Pastor nuestra victoria está asegurada y nuestra misión será cumplida. Aunque las apariencias, como sucede en la actualidad, señalen lo contrario.

Somos testigos de la Palabra de Dios, pero, testigos que han experimentado esa Palabra en su vida y la transmiten a los demás. Sin ser testigos no se puede anunciar esa Palabra. La Buena Noticia se saborea cuando se ha experimentado y se conoce. Y eso se vive desde la experiencia de sentirse oveja y nunca lobo, porque, el lobo camina por sí mismo y confía en sus fuerzas, mientras que la oveja, experimentándose mansa y débil, se pone en manos del Buen Pastor.

Porque, solos desde la actitud humilde de sentirnos enviados por el Señor e injertados en su Espíritu, podemos anunciar la Buena Noticia de Salvación y esperar a la siembra que dependerá del Señor, que respeta la libertad del hombre sin imponerse y arriesgándose a la acogida y a la responsabilidad humana.