domingo, 5 de enero de 2025

Y LA PALABRA ERA DIOS

En Él está nuestra esperanza. No hay otra esperanza que nos llene, nos dé gozo y alegría y plenitud de felicidad eterna. El mundo, demonio y carne tratarán de seducirnos, de engañarnos y de oscurecer nuestro camino, pero, no ha nacido – acabamos de celebrarlo en estos días – un Redentor, un Niño Dios encarnado en Naturaleza Humana como nosotros, menos en el pecado, que nos alumbra, ilumina y señala el Camino, la Verdad y la Vida.

Juan, en su prólogo, nos da testimonio con su palabra de esta realidad. Jesús. el Niño Dios nacido en Belén – ha venido para salvarnos, para liberarnos de la esclavitud del pecado y para darnos plenitud de gozo y alegría eterna. Él es quien nos bautizará – nos lo dirá Juan el Bautista – con el Espíritu Santo. El mismo Espíritu Santo que Él recibió en el Jordán, y que nos acompañará el resto de nuestra vida para asistirnos, fortalecernos e iluminarnos el Camino, la Verdad y la Vida que nos lleva junto al Dios Padre.

Creamos, pues, su Palabra, su venida y recibámoslo con nuestros corazones abiertos a la acción del Espíritu Santo para que nuestra fe, asistida en Él, sea firme como roca.