Posiblemente, la
figura de Juan es el preludio del anuncio de la llegada del Mesías prometido. ¡Ya
está entre nosotros!, nos anuncia Juan, y será Él quien nos bautice con
Espíritu Santo y fuego. Para ello debemos preparar nuestro corazón con una
conversión de dolor de contrición.
Preparamos nuestro
corazón con dolor y arrepentimiento de nuestros pecados. Es la manera de abrir
la puerta al Espíritu Santo y decirle sí al Señor. Juan nos alienta y nos pone
en camino para que estemos preparados. Llega el Señor y nos trae el anuncio de
la Buena Noticia: Un Amor Misericordioso e Infinito que nos regala su Padre
Dios. ¡Habrá Noticia más grande!
Juan, por obra y
gracia de Dios, nace para alumbrar y allanar el Camino, la Verdad y la Vida que
se encarna en Jesús. Ambos conforman el Plan de Salvación que Dios ha pensado
para redimir al hombre de su pecado. Así, el uno prepara, allana, iguala para
que el otro convierta y con su Vida y Obra alcance para todos la redención
eterna.
Juan es camino de esa esperanza que nos anuncia la llegada del Mesías prometido. Un Mesías que nos trae la oferta de un Padre Infinitamente Misericordioso, que perdona nuestros pecados y nos devuelve la dignidad de hijos de Dios. Una esperanza que nos invita a abrir nuestros corazones y experimentar la presencia de Dios entre nosotros. Una presencia que nos descubre y ofrece la liberación de la esclavitud del pecado. Sólo así podemos vencer al mundo y a sus seducciones.