Sabemos, por experiencia propia, que cuando vivimos en la verdad vamos con la cabeza muy alta. Experimentamos la sensación de no tener nada que guardar ni esconder y sentimos que no tenemos miedo a nada. Nos percibimos gozosos y en paz.
Y eso es sentirnos libres. La verdad nos libera de nuestras ataduras esclavizantes que nos atemorizan, que nos someten, que nos infunden inseguridad, dudas, respeto humano, miedos y todo aquello que nos ata. Cuando estamos en la verdad hablamos sin miedos y seguros de que no tenemos nada que temer ni esconder.
Pero, ¿dónde está la verdad? Porque mi verdad y tú verdad no son "la Verdad". Nuestras verdades son limitadas, incompletas, no responden a todas nuestras preguntas... La única Verdad está en la Palabra de DIOS.
El Señor nos asegura que, si perseveramos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32). Decir la verdad no siempre es fácil. ¿Cuántas veces se nos escapan pequeñas mentiras, disimulamos, nos “hacemos los sordos”? A Dios no le podemos engañar. Él nos ve, nos contempla, nos ama y nos sigue en el día a día. El octavo mandamiento nos enseña que no podemos hacer falsos testimonios, ni decir mentiras, por pequeñas que sean, o aunque puedan parecernos insignificantes. Tampoco caben las mentiras “piadosas”. «Sea, pues, vuestra palabra: ‘Sí, sí’, ‘No, no’» (Mt 5,37), nos dice Jesucristo en otro momento. La libertad, esta tendencia al bien, está muy relacionada con la verdad. A veces, no somos suficientemente libres porque en nuestra vida hay como un doble fondo, no somos claros. Hemos de ser contundentes. El pecado de la mentira nos esclaviza.
El Señor nos asegura que, si perseveramos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32). Decir la verdad no siempre es fácil. ¿Cuántas veces se nos escapan pequeñas mentiras, disimulamos, nos “hacemos los sordos”? A Dios no le podemos engañar. Él nos ve, nos contempla, nos ama y nos sigue en el día a día. El octavo mandamiento nos enseña que no podemos hacer falsos testimonios, ni decir mentiras, por pequeñas que sean, o aunque puedan parecernos insignificantes. Tampoco caben las mentiras “piadosas”. «Sea, pues, vuestra palabra: ‘Sí, sí’, ‘No, no’» (Mt 5,37), nos dice Jesucristo en otro momento. La libertad, esta tendencia al bien, está muy relacionada con la verdad. A veces, no somos suficientemente libres porque en nuestra vida hay como un doble fondo, no somos claros. Hemos de ser contundentes. El pecado de la mentira nos esclaviza.
Llename, SEÑOR, de tu Verdad, pues es
la única que nos libera y nos hace
plenamente libre.
Vivir en tu Verdad, es vivir en plena
libertad y proclamar lo que hace
plenamente feliz al hombre
sin tapujo ni miedos. Amén.