lunes, 18 de julio de 2022

SIMPLEMENTE, EL SIGNO DE LA CRUZ

Mt 12,38-42
Quieras o no quieras, la fe te será absolutamente necesaria. Y, te será, porque nunca vas a tener la certeza hasta estar delante de Él. Pero, llegado ese momento – la hora de tu muerte – habrás tenido primero que fiarte de su Palabra y, sobre todo, de su Resurrección al tercer día después de muerto y crucificado y ser enterrado en el sepulcro.

No busques razones ni pruebas. No habrá más. Tendrás que fiarte, creer y tener fe en esa Resurrección que avala el testimonio de los apóstoles y la Iglesia. Jesús ha Resucitado y ese hecho es el fundamento de nuestra fe.

No hay más ni debes perder el tiempo buscando más. Crees en un Dios, encarnado en Naturaleza humana y que, crucificado y muerto en la cruz, Resucitó al tercer día, o no encontrarás razones que te satisfagan y te convenzan. La fe, don de Dios, es el camino para creer en su Palabra y Resurrección. Y, en la medida que te abras a su Palabra, la fe, por la Gracia y Misericordia de Dios, irá naciendo en tu corazón.

 

La fe es un don de Dios, pero, tú y yo queremos comprobar los hechos de la Resurrección como si de un teorema científico se tratara. Y buscamos quedar convencido. Nos gustan las pruebas y de eso, precisamente, habla el Evangelio.

―¿Qué te parece, Pedro, crees en la Palabra de Dios y en su Resurrección?

―Hombre, si crees en la Resurrección se supone que todo lo demás está contenido en esa fe. ―¿No te parece? ―respondió Pedro.

―Supongo que sí ―concluyó Manuel. Si Jesús ha Resucitado, su Palabra es Vida y actúa en nosotros. Vive entre nosotros y en Él podemos encontrar, por su Infinita Misericordia, esa fe que necesitamos y pedimos. Ahora, necesitamos perseverar y fiarnos, y eso se demuestra con el tiempo y – valga la redundancia – la perseverancia.

 

Está claro, la fe es un don de Dios. Pero, un don que hay que pedir, buscar y abrirse a él. Un don que en la medid que tu corazón lo busque y se abra, germinará y crecerá dentro de ti. Porque, la realidad es que es un misterio superior a nuestra capacidad de entendimiento. Y solo, por la Gracia de Dios, lo podremos entender. Sin embargo, al igual que nos fiamos de pequeños de nuestros padres, tendremos ahora que fiarnos de nuestro Padre Dios. De ahí que necesitamos hacernos pequeños.