viernes, 12 de marzo de 2021

EN EL AMOR ESTÁ CONTENIDO TODO

 

El Antiguo Testamento está contenido en la Ley de Moisés y los Profetas, pero, tan encerrado que choca frontalmente con el Nuevo, donde el Amor lo desborda todo hasta el extremo de esforzarnos en amar al enemigo. Un enemigo al que se le mira con el  deseo de venganza desde la óptica del Antiguo Testamento.

Amar a Dios y al prójimo constituyen un solo mandamiento donde la jerarquía del primero - amar a Dios - se antoja imprescindible, pues, sin ese primer Amor a Dios, el cumplimiento del segundo sería imposible. Nuestra razón humana no puede evitar ese deseo de venganza sobre aquellos que nos ofenden y nos hacen mal. Solo, un corazón suave, humilde, comprensivo, paciente y bondadoso sería capaz de amar a aquel que busca hacerte daño por odio y venganza.

Y sólo, con y por la Gracia de ese Amor a Dios podemos vencernos y transformarnos en ese corazón capaz de erradicar el odio y la venganza hacia el enemigo y amarlo. Por lo tanto, el primer mandamiento - Amar a Dios, es primero, valga la redundancia. Pero, ¡y aquí está el misterio y lo grandioso, que solo a Dios se le puede ocurrir y solo Él puede hacer! Ese Amor a Dios solo puedes hacerlo visible cuando amas al prójimo. No vale decir amo a Dios con solo palabras, sino transformar esas palabras en hechos, en obras haciendo visible ese amor en el prójimo.

¡Realmente es sencillo pero grandioso! Ambos van tan unidos pero, también, tan misteriosamente jerarquizados que dejan muy claro que el primero es el Amor a Dios, aunque su semejanza es tal que sin el amor al prójimo, para lo cual necesitas primero amar a Dios, no puedes concretar el segundo. ¡Realmente asombroso!