martes, 8 de octubre de 2019

EQUILIBRIO ENTRE ORACIÓN Y SERVICIO

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Lc 10,38-42
Si la oración no se convierte en servicio de buenas obras algo está fallando. Todo comienza y se fundamenta en la oración y sin ella no hay resultados de servicio en buenas obras. Por eso, María, señalado por Jesús, había escogido la mejor parte, porque sin oración las buenas obras no aparecen.

Lo importante es empezar la casa por la base, por los cimientos y construirla apoyada en buenos y firmes pilares que la sostengan firmemente. De esta forma, nuestra fe, queda sostenida y alimentada sobre roca y prevenida ante las tempestades que la amenazan. Porque, los pilares de nuestra fe son las oraciones, unas oraciones que necesitan dedicación y tiempo cada día para irse fortaleciendo en una estrecha relación y encuentro a diario con el Señor.

Una oración que debe estar centrada en la escucha, en la paciencia, en la atención y en la confianza que el Señor siempre está presente y nos escucha. Un Padre Dios que nos oye y nos responde con Bondad y Amor Misericordioso. Pero, también, esa oración necesita tiempo para el servicio y la acción e irse concretando en las buenas obras, por amor, a los demás.

El Evangelio de hoy nos presenta en esas dos actitudes personificadas en Marta y María los dos caminos que marcan y señalan los pilares donde tenemos que apoyar nuestra fe. Por un lado, la oración en una escucha atenta y relación íntima con Jesús que nos enseña el Camino, la Verdad y la Vida, y por otra el estilo de vida que Jesús nos transmite respecto a los que sufren y padecen la exclusión y pobreza de lo más necesario para vivir dignamente.

Es obvio comprender que, en el orden de ambas actitudes conviene tener muy claro que la oración debe ocupar el primer lugar, porque es ella la que anima y mueve, asistida por el Espíritu, al amor y nos da las fuerzas necesarias para, por amor, darnos al servicio a los demás.