En esa actitud no
se puede seguir a Jesús, y menos llamarse cristiano. Un discípulo de Jesús
tiene que experimentarse libre y despojado de toda esclavitud que le imponga
dudar ante la verdad, la justicia y el amor misericordioso. Y eso lo provoca el
dinero y, en consecuencia muchas cosas más. Por el contrario, la pobreza
despierta tu necesidad de tu propia impotencia y la asistencia de un Padre
Infinito que pueda ayudarte y darte luz para el camino de tu vida.
Sí, evidentemente
se hace necesario caminar despojado de todo sentimiento de riqueza y poder de
este mundo y hacerlo libre y abandonado en manos del Espíritu de Dios que nos
asiste desde la hora de nuestro Bautismo. E ir acompañado para que la presencia
de Dios se haga presente en el compartir diario con el amigo y hermano en la fe
que nos asiste y en el que nos apoyamos en los momentos de nuestras propias
flaquezas.
Se hace necesario
sentir el aliento y la presencia de nuestro Padre Dios en nuestro camino y su
providencial actuar en nuestras necesidades, apuros y situaciones difíciles que
se nos puedan presentar. Él está presente, y no precisamente de brazos
cruzados. Sabe de nuestras capacidades y nuestros talentos y el pone lo que
falta. Es un gozo saber que cuando intentamos algo bueno que está al alcance de
nuestra capacidad, el Espíritu Santo pone lo que falta. Claro, siempre
respetando la libertad y elección del que escucha.
Bien, solo elevar los ojos al Cielo y pedir que el Espíritu Santo siga en nosotros alumbrándonos el camino y dándonos fortaleza para que todos nosotros, dejándonos alumbrar y fortalecer, vivamos en esa actitud y estilo de vida que nos enseñó Jesús. Amén.