La realidad de tus
circunstancias te pone en tu sitio. Si andas con corazones endurecidos, tu
corazón también se endurecerá. Alejarte de Dios endurece tu corazón porque si
no estás con y en Él, estás con el mundo, demonio y carne, y en ese ambiente tu
corazón se endurece y deja de ser tierno, compasivo y misericordioso.
Y un corazón
endurecido se cierra a la verdad, a la escucha de la Palabra de Dios, y se
pierde en la oscuridad de la confusión y del sin sentido. El corazón endurecido
se justifica, y ello le lleva a señalar a Jesús como príncipe de los demonios
con poder para expulsar a los demonios. Cosa absurda y disparatada, porque el
demonio no se va a expulsar a sí mismo.
Otros, cerrados a la fe, exigen signos y pruebas que le abran los ojos, cuando el signo fundamental lo tienen delante. Y es que cuando te traiciona a ti mismo terminas por cerrarte a la evidencia y justificar tus razonamientos auto traicionándote. Además, si Dios te muestra su Poder y su Rostro, la encarnación, celebrada hace unos días, no hubiese hecho falta. Y menos la redención y muerte de nuestro Señor Jesús. Por tanto, se hace necesaria la fe y el fiarnos de la Palabra de nuestro Señor, y poner toda nuestra confianza en Él.