viernes, 22 de diciembre de 2023

EL MAGNIFICAT

Solo en el reconocimiento de nuestra pequeñez podemos entender y descubrir la grandeza e infinita Misericordia de nuestro Padre Dios. Mientras no nos bajemos del pedestal de la prepotencia y de considerarnos dioses de nosotros mismos; de nuestra considera grandeza humana; de nuestra soberbia y poder; de nuestra listeza e inteligencia y de nuestra supremacía de hombre dueño del mundo, estaremos siempre lejos de considerarnos criatura e hijos de nuestro Padre Dios.

María nos deja en su canto del Magníficat su reconocimiento a su humilde condición humana y a la grandeza de su Padre Dios. Mucho antes de dar a luz a la Palabra, María canta el Evangelio con la alegría límpida de la gente pequeña, de aquellos que saben que el manantial de su esperanza tiene su origen más allá de ellos mismo. El Magníficat habla de grandeza, de proezas y de memoria misericordiosa a partir de la conciencia clara de la propia fragilidad. Solo cuando nos reconocemos en nuestra verdadera medida de criaturas, solo cuando asumimos serenamente los límites y dejamos de jugar a ser dioses, podemos, volcado con amor eterno hacia nuestra pequeñez y miseria, siempre dispuestos a auxiliarnos y a hacer obras grandes en la insignificancia  de una vida que Él ama con locura (del Evangelio Diario en la compañía de Jesús – diciembre 22 - 2023 – comentarios de Margarita Saldaña).

Y por eso, anunciada como Madre del Mesías canta el bello canto de reconocimiento de la grandiosa obra del Señor, su Dios en esa maravilla que es el canto del Magníficat:

«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».