jueves, 25 de julio de 2024

EN EL SERVICIO SE ESCONDE NUESTRA DIGNIDAD

Quizás no se nos ha ocurrido preguntarnos alguna vez el por qué servimos al más débil, pequeño o excluido. Incluso, preferible a aquel que no pueda pagarnos ni devolvernos el favor. Posiblemente no hayamos pensado sobre eso nunca.

Pues bien, descubramos que si lo hacemos es porque creemos y lo sentimos, de que esas personas son tan hijas de Padre Dios como nosotros. Y al ayudarlas es como si lo estuviésemos haciendo al mismo Padre Dios.

De alguna manera significamos que la más grande dignidad de la persona humana se esconde en la dignidad de ser hijo de Dios. Todos somos iguales en dignidad y derechos porque somos hijos de un mismo Padre Dios. Y en Él quedamos configurados como herederos de su Gloria por la Gracia y méritos de su Pasión y Muerte de su Predilecto Hijo, nuestro Señor Jesús, que al Resucitar no da a cada uno de nosotros esa Resurrección para gloria de Dios Padre.

Y cuando servimos en esa clave de amar sin condiciones ni recompensa estamos respondiendo a esa dignidad de hijos que Dios, nuestro Padre, nos ha dado por los méritos de su Hijo, nuestro Señor.

Esa es la clave y la cuestión, servir por amor. Servir tal y como nos ha enseñado y nos dice Jesús: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Así de claro, estar en el Señor y seguirle significa estar dispuesto a servir como Él mismo nos ha servido.