martes, 18 de enero de 2022

LEY Y CUMPLIMIENTO

 

Es evidente que la Ley está en relación directa con el cumplimiento. Es decir, si la Ley no se cumple, ¿para qué sirve? Inmediatamente deja de ser Ley. Conviene, pues, que antes de dictar la Ley se midan las posibilidades y capacidades para cumplirla, porque, - y eso es cierto – hay leyes que no son justas, ni pueden ser cumplidas por la propia naturaleza humana. No debe el hombre sufrir y soportar una enfermedad o cualquier otro beneficio porque una Ley del sábado lo impida, pues, una de las premisas y condiciones de la Ley es que debe estar dictada para beneficio y mejora del hombre.

Pues bien, siendo eso así y dentro del más puro sentido común, hubo personas – sumos sacerdotes y escribas de la Ley judía – que no lo entendía o no – lo más probable – querían bajarse de su estatus y poder. Por tanto, a lo que íbamos. Por encima de la Ley está el bien del hombre, la justicia y la caridad. Son valores eternos que sobrepasan a la Ley y están en el Espíritu del Amor y la Misericordia de Dios. Sin un Dios Misericordioso nuestra esperanza de redención y salvación sería una más que utopía – distopía – imposible de conseguir con nuestro meritorio cumplimiento. Si estamos salvados, claro está, es por la Infinita Misericordia de Dios y por el Mérito de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, único Redentor y Salvador de nuestra condenación por el pecado.

La Ley que se ajusta al cumplimiento del hombre es imperfecta. El hombre que se somete a ella, también, es imperfecto, y la imperfección no puede nunca alcanzar la perfección «ser perfectos como mi Padre celestial es perfecto» - Mt 5, 43-48 -. Por tanto, lo que relaciona al hombre con Dios nunca puede estar ni esconderse en el mero cumplimiento de la Ley. Porque, entre otras cosas, el cumplimiento no significa que exista amor, sino, eso, simplemente cumplimiento, valga la redundancia.

El espíritu de la Ley se esconde en el amor y la misericordia, pues, lo que relaciona al hombre con Dios, no está en el cumplimiento sino en Jesucristo. Es Él el intermediario, el que nos lleva al Padre, el que nos salva y sin Él nada podemos. Sólo, a través de Él llegamos al conocimiento, relación y misericordia de nuestro Padre Dios. Y, volvemos al principio, es inevitable. La Ley se hizo para el bien del hombre, de modo que el sábado está para servir y buscar el bien del hombre, no para someterlo. La función específica del sábado está para buscar espacio de relación con Dios.