No se trata de una oportunidad, sino de la oportunidad de tu vida. Es la hora de la llegada del Reino de Dios, y, también, es tu hora, porque este es el tiempo de tu vida y no puedes dejarla. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva».
Es tu hora, no hay ni habrá otra hora para ti. Dios, encarnado en naturaleza humana, ha venido a este mundo y te anuncia su llegada para que creas en Él. Él es el Reino de Dios y te invita a convertirte - creer en Él - y aceptar en esa Buena Noticia de Salvación.
No es cuestión de aplazar esa llamada porque mañana puede ser tarde. Es, ahora, el momento de aceptar esa llamada a la conversión que Jesús te propone y seguirle. Seguirle para iniciar el proceso, que no es cuestión de días, sino que es un proceso lento y perseverante. El Reino de Dios es como una semilla - la más pequeña - que una vez sembrada se hace grande hasta... (Mc 4, 26-29).
La urgencia no es tanto ultimar nuestra conversión cuanto responder a esa llamada de Jesús y dejarnos impregnar de su Palabra y de su estilo de vida. La conversión es un proceso que, asistidos y auxiliados por el Espíritu Santo - recibido en nuestro bautismo - va germinando en nuestro corazón para dar los frutos de amor que nuestro Padre Dios espera de nosotros.