Mt 10, 7-13 |
Es evidente que cuando
tienes una alegría sientes inmediatamente la necesidad de compartirla, incluso
con desconocidos. Se experimenta en las competiciones, donde se funden en
aplausos y hasta abrazos aficionados, tantos amigos como desconocidos. Y es que
el gozo de tener una gran noticia no se puede mantener callado.
Manuel que ensimismado en
esos pensamientos estaba gozando de saberse hijo de Dios, y por tanto, llamado
a la plena felicidad eterna, comento:
Manuel y Pedro habían descubierto esa realidad a la que estamos todos llamados. Cada cual según sus posibilidades y talentos recibidos, pero todos dejando el centro de nuestro corazón para situar en él la gran Buena Noticia que salva al mundo.