viernes, 16 de octubre de 2020

MIEDO A SER CONDENADO

 

La realidad, y no se puede negar, es que todos tenemos miedo a la muerte. La prueba es lo que nos cuidamos, las dietas para estar saludables y ejercicios físicos para mantenernos en forma. Si, bien es verdad, que en muchos momentos nos descuidamos y cometemos excesos. Descubrimos nuestra condición humana débil y frágil. Sin embargo, para un creyente, la muerte no tiene la última palabra y eso significa que tampoco se le debe tener miedo, a menos que nos coja alejados de Dios.

Hay un don del Espíritu Santo que nos habla del santo temor de Dios. Un temor diferente al de nuestra propia muerte, un temor reverencial. Dios es el Creador de todo lo visible e invisible y, por tanto, lo reverenciamos porque es nuestro Señor. Y siendo el dueño de todo nos puede también, si nuestra vida no está en consonancia con su Palabra y Voluntad, condenarnos a la perdición eterna. Nos lo ha dicho varias veces en su Palabra. Por tanto, debemos tener presente ese miedo a perder la Vida Eterna plena de gozo y felicidad prometida, que es lo verdaderamente importante. Pero, nunca temer que Dios nos condena, sino nuestros propios pecados, que, reconociéndolos, nuestro Padre Dios nos los perdona. 

Por tanto, nunca temer a nuestro Padre Dios, sino confiar en su Amor Misericordioso y, eso sí, estar atentos en no apartarnos de su presencia y alejarnos de Él, porque, si nos quedamos solos, el peligro amenazante del demonio, puede engañarnos y, seduciéndonos con la falsa felicidad de este mundo, alejarnos del Camino, Verdad y Vida que nos pone en contra de Dios y nos condena al infierno. Es ahí donde está realmente el único y verdadero peligro. Ayer compartía en FaceBook esa frase que Jesús dedica a los fariseos, escribas y maestros de la ley: - Lc 11,42-46 - « ¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que... 

Conviene leerlo bien y meditarlo, pero, sobre todo, pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a ir transformando nuestros corazones en esos corazones coherentes en lo fundamental, que es precisamente el amor a Dios y al prójimo, sobre todo más necesitado. Porque, viviendo en esa actitud y deseo, el Espíritu, que nos auxilia y nos acompaña, irá transformando, contando con nuestra disponibilidad, nuestro corazón.

La felicidad que buscamos en este mundo no la encontramos, valga la redundancia, en las cosas de este mundo, sino en el cumplimiento de la Voluntad de Dios. Ese es el tema, vivir en el cumplimiento de la Voluntad de Dios. La Palabra de Jesús, el Hijo de Dios, que venció a la muerte nos da garantía de que también nosotros, si escuchamos la Palabra y la cumplimos - la Buena Noticia - encontraremos esa felicidad Eterna que buscamos.