sábado, 5 de diciembre de 2020

Y YO, ¿SOY TAMBIÉN ENVIADO?


En el Evangelio de hoy - Mt 9, 35-10, 1, 6-8 - Jesús nos habla de la necesidad de anunciar la Buena Noticia. No es misión de unos cuantos, sino de todos. «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Se necesita, pues, de todos para atender a la mies. Y en eso todos estamos comprometidos desde la hora de nuestro bautismo.

Somos libres para aceptar. Nadie nos obliga, simplemente se nos propone y tú, como yo, decidimos aceptar o rechazar esa propuesta de vivir y anunciar la Buena Noticia. Porque, esa Buena Noticia vive dentro de cada uno de nosotros y se manifiesta en cualquier momento de nuestra vida.

 Hoy, el Señor me lo ha puesto claramente delante de mis ojos cuando un amigo me contaba cómo se conmovió pensando como algunas personas, hace unos días, se jugaron la vida en salvar de morir ahogados a esos inmigrantes que arribaron a la costa de Órzola - Lanzarote - hace uno días. El impacto de la buena obra le llegó tan profundamente que decidió tener un detalle con esas personas y hacerle llegar su felicitación. Así, sin más buscó a esas personas, dedico parte de su tiempo, indagó y, después de algunas molestias y tiempo, encontró a uno de los protagonista de tan buena acción transmitiéndole su felicitación, su emoción y orgullo de verse representado por ellos como ciudadanos de Lanzarote. Y les regaló un presente como símbolo de tan bella acción.

Pero, lo más bonito y grandioso es que, me lo decía gozoso y reflejando un rostro feliz,  de regreso se sentía él más agradecido que los propios autores del hecho. Experimentó que el dar es más gozoso que el recibir, y que eso - lo digo yo - el Señor te premia con el ciento por uno. La felicidad, una prueba más, está, no en las cosas, sino en la manera de como se utilizan. Cuando se comparte y se da, se recibe más que cuando se guarda y se acumula. La clave del gozo consiste en darse sin condiciones y de ponerse siempre en actitud de servir y de dar. Eso es simplemente amar.

Y a eso nos llama el Señor, a anunciar con nuestra vida que nos preocupamos el uno por el otro y que nos importan los demás, sobre todo los más necesitados y carente de toda ayuda. Para eso ha venido Jesús y a eso nos convoca también a nosotros.