(Lc 17,1-6) |
Escandalizar trae consecuencias graves, porque inicia e inclina a otros a hacer lo mismo. Pero también confunde, incita la ambición, inicia a la mentira, a triunfar injustamente, a ambicionar...etc. El escándalo destruye y siembra el mal en otros. Por eso Jesús le dedica estas duras palabras: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien
vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea
arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de
vosotros mismos.
Advierto, y me sorprende, pues hasta hoy no lo había advertido de forma consciente, que el escándalo es inevitable. Y la realidad así lo corrobora. Sin embargo, son muy duras las palabras con las que Jesús los amenaza Es para echarse a temblar.
Supongo que eso ocurre porque muchos se alejan de Señor y rechazan al Espíritu Santo. Si eso ocurre, quedan a merced del Maligno que los somete y utiliza para hacer el mal ofreciéndoles riquezas, poder, placer y las cosas del mundo. Jesús sufrió su acoso en el desierto y fue tentado a lo fácil, al poder y la vanidad, y lo mismo nos ocurre a nosotros.
Cuidarnos de nosotros mismos, indicación del Señor Jesús, significa permanecer en Él y abiertos a la acción del Espíritu Santo, para que asistidos por su Gracia no dejar que el demonio se apodere de nuestro corazón y con nuestros actos podamos escandalizar a los más pequeños, e incluso, diría yo, también a los grandes que se hacen pequeños y respiran buenas intenciones.
¡Dios mío!, líbranos de, con nuestra vida y palabra, ser motivo de escándalo para otros, sobre todo para los niños, los más indefensos y a merced e influencias de los más grandes. Amén.