El refrán lo
descubre claramente: «Quién busca encuentra»
Y la experiencia lo confirma. Todos hemos experimentado que cuando nos
empeñamos en algo terminamos por conseguirlo. Sobre todo si ese algo es algo –
valga la redundancia – que está a nuestro alcance. Pues bien, el Reino de Dios
está al alcance de todos porque Jesús, el Mesías prometido, ha venido a eso, a
enseñarnos el camino para alcanzar el Reino de Dios.
El testimonio y
vida de búsqueda que hoy nos pone el Evangelio – sobre la profetiza Ana – nos puede
servir de ejemplo para fortalecer nuestro empeño por encontrarnos con el señor.
Su vida fue una búsqueda incesante del Señor sirviéndose de todos los medios
que tuvo a su alcance. ¿Y nosotros, utilizamos los medios – Sacramentos,
oraciones, la Palabra y otros - que
están a nuestro alcance para ayudarnos a encontrarnos con el Señor? ¿Estamos
empeñados en discernir, meditar, reflexionar y orar a fin de Señor?
No esperemos que
cruzados de brazo y vamos a encontrarnos con el Señor. Ni tampoco que las cosas
se nos aclaren tal y como deseamos sin poner todo lo que está a nuestro
alcance. El camino de conversión nos exige esfuerzo, riesgo, confianza, fiarnos
y creer en el Señor.
Y, sobre todo, estar atentos y expectante a los signos que, a lo largo del año, tanto el que termina como el que viene, se nos han ido regalando a través de los acontecimientos, de las personas o sucesos que han tocado nuestra vida. Estar en esa actitud expectante y en espera nos aviva y despierta nuestro corazón para poder ir aclarando el rostro, el amor y la misericordia de Dios nuestro Padre.