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Lc 10,21-24 |
Posiblemente los que se consideran
suficientes y que saben mucho cierran su corazones y ponen resistencia a la
Palabra de Dios. Ellos consideran que no pueden ignorar nada y que están por
encima de lo que alguien les pueda indicar, anunciar o decir. Se creen
superiores y que nadie les puede engañar y, por supuesto, razonan todo y se
creen capacitados para entender todo. Es decir, que lo que no entienden lo
consideran imposible o falsedad y lo rechazan. Se repite el pecado de Adán, la
rebeldía de querer entender a Dios y ser como Él.
También a nosotros se nos pasa por la
cabeza esa tentación. No creemos suficientes y capacitados para entender los
designios de Dios y nos resistimos a dejarnos invadir de su Palabra y a su
obediencia. Sólo los sencillos, los humildes y los que se reconocen pequeños e
ignorantes están abiertos a escucharles y a abrirse a su Palabra.
Dios es
inaccesible para el hombre y, por mucho que quiera su inteligencia no alcanza a
comprender la grandeza de su poder y misterio. Querer hacerlo es querer
alcanzar lo imposible y cerrarse a su Palabra. Por otro lado, es
necesario que sea así, pues no se entendería un Dios al que el hombre pudiera
entender y abarcar. Dejaría de ser Dios desde ese momento. Sólo me vale un Dios
ilimitado, infinito y todo poderosa al que no puedo llegar ni entender.