miércoles, 8 de enero de 2020

UN CORAZÓN COMPASIVO

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Jesús ha venido para salvar al hombre integral, no sólo del pecado sino también del dolor corporal. Eso no significa que haya momentos de dolor, si no físico, si psiquico. La enfermedad, la muerte o cualquier otra desafortunada circunstancia nos produce dolor, pero, eso es parte del recorrido de nuestra vida, porque es en esas cirucunstancias donde la prueba de la fe se afianza y se descubre.

A Jesús le preocupa el dolor del hombre y trata de sanarlo. El Evangelio de hoy muestra una escena donde Jesús se preocupa por la necesidad de alimento de todos aquellos que le han seguido y, alejados de sus pueblos, sienten ahora la necesidad de comer. Y esta preocupación es una de las tareas que tienen todos sus seguidores. La Iglesia, que continua su labor trata de asistir y satisfacer el hambre de muchas personas, que sufren y padecen, por guerras, dictaduras y ambiciones de sus gobernantes, hambre, libertad y justicia.

Se hace, pues, necesario construir un mundo fraterno, solidario y justo apoyado en la verdad y en el amor. Un mundo que se construya sobre la paz y la fraternidad. Un mundo de justicia, amor y paz. Y en esa misión está implicada la Iglesia siguiendo la misión que su fundador, nuestro Señor Jesucristo le señalo y envió a que predicara y realizara por todo el mundo. El Reino de Dios se construye desde la igualdad fraterna en la justicia y en la verdad.