A nadie se le esconde que la libertad de poder elegir y ser libre, en tus propias decisiones, trae riesgos y enfrentamientos. En ese sentido, libertad significa fuego y
división, porque origina enfrentamientos, diferencias de opiniones y luchas
entre los que al opinar diferente no aceptan la verdad.
La verdad es sólo
una, y aunque todos pensemos diferentes, poco a poco, con esfuerzos, despojos y
humildad debemos llegar al mismo punto: al Amor Misericordioso, que Dios,
nuestro Padre nos tiene, y con el que nos ha creado a su imagen y semejanza.
Es evidente que
sólo desde la fe, y al optar desde ella, la descubrimos y la enseñamos a los
demás. Nuestros actos, al actuar en libertad, traslucen la señal y la imagen de
nuestra fe, y, el Amor Misericordioso, del que venimos, deja sentir sus efectos
y testimonios. Y eso, de alguna manera pone en riesgo nuestro ser ante los que
se oponen a ella.
Quieras o no, ser libre te exigirá quemar y romper todas aquellas trampas de los que quieren someterte a su ley y evitar que seas y vivas de acuerdo con la dignidad que experimentas a sentirte y considerarte, por su Gracia, ser hijo de Dios y salvado por su Divina Misericordia.