martes, 8 de junio de 2021

SAL Y LUZ

 

Sabemos y conocemos el efecto de la sal. Sin sal la comida no sabe y lo notamos enseguida. La sal da sabor y gusto a los alimentos. Y, algo parecido en cuanto al efecto se produce también con la luz. Sin luz nos quedamos en la oscuridad y nuestros ojos quedan sin poder ver. Necesitamos la luz para saber por dónde caminamos y poder orientarnos.

Jesús aprovecha en el Evangelio de hoy ponernos esos ejemplos de la sal y la luz y de sus efectos en nuestras vidas para mostrarnos que también nosotros en nuestro sentir y obrar somos sal y luz para los demás. Y si nuestra sal y luz no se aplican como debe ser, nuestras vidas quedan sin sabor y a oscuras para los demás. No se trata de publicitar lo que hace nuestra mano derecha o izquierda - Mt 6, 3 - sino de, desde la humildad y sencillez, dar testimonio de la Palabra con tus obras.

De esta manera al obrar humildemente, con moderación y sin buscar que te vean o lucirte, tu bien actuar, discreto y en verdad, será sal y luz para los que experimenten tu cercanía, tu atención, tu escucha, tu buena y correcta intención y tu buena intención samaritana de ayudar sin más pretensiones ni condiciones. Así, tu ser y obrar se convertirá en sal y luz para aquellos que te vean y experimenten tu amor.

Esto debe ayudarnos y servirnos para reflexionar y preguntarnos si mi vida da verdadero sabor evangélico y alumbra el camino de todos aquellos con los que me cruzo en mi camino hacia la Casa del Padre. O, por el contrario, sucede lo contrario. Desalamos la vida y la llenamos de sombras. Nunca, por difícil que nos parezcas y por débiles que nos sintamos, perdamos la paciencia. El Señor sabe de nuestras debilidades y dificultades y solo necesita que, confiados, nos pongamos en sus Manos. El Espíritu Santo nos guiará, nos asistirá y dará fuerza para dar sabor y luz al mundo.