domingo, 18 de abril de 2021

¡SÍ, RESUCITÓ!

Lc 24,35-48

¡Está con nosotros! ¡No se ha ido, en realidad ha estado siempre con nosotros! Es el Dios eterno que ha existido siempre y que permanece por los siglos de los siglos. El Dios encarnado en naturaleza humana y que entregó su Vida para redención de la nuestra. Pero, Resucitó para gloria de Dios Padre. Por tanto, no hay más cuestiones ni interrogantes. ¡Ese es el interrogante y la cuestión! Crees que Jesús, enviado por el Padre a este mundo, Resucitó, o, por el contrario, no lo crees. 

Y todo está contenido en esa creencia. Frio o caliente, pero nunca tibio, porque, la tibieza es una fe en apariencia, pues no responde coherentemente a esa declaración de fe. Se queda entre dos aguas. Un pie dentro y otro fuera. Algo así como estar con el mundo y con Dios. Y eso es imposible. ¡O se está con Dios, o contra Él! Y la realidad es que hay mucha tibieza, mucha pereza y mucho autoengaño. 

Se miente, se dice creo pero no se es coherente con lo que se dice. Falta la fe - don de Dios -  que no se pide ni se busca y, en consecuencia no se recibe. Nadie pone en cuestión lo difícil que es creer. Nos lo demuestran los apóstoles que, incluso estando cerca de Él, estaban incrédulos, razón por lo que demuestran que luego, al dar sus vidas por Él, dando testimonio de su Resurrección, fue porque lo vieron

El hecho de la Resurrección nos supera y no podemos llegar a comprenderlo. Está muy por encima de nosotros. De ahí que Jesús, que sabe de nuestras limitaciones, se hace presente a sus apóstoles, sus más íntimos y cercanos seguidores y amigos para que se den cuenta de que es el mismo que había estado con ellos anunciando el Reino de Dios. Les muestras las llagas de sus manos y come con ellos para que se den cuenta. Y les recuerda que todo esto que ha sucedido estaba escrito en la Ley de Moisés y los Profetas, y en los salmos. Tenía que cumplirse, y así ha sucedido. Ahora, ¡tú decides!