viernes, 27 de agosto de 2021

¡ QUE VIENE EL ESPOSO!

Mt 25,1-13

No se trata del cuento del lobo, sino de la realidad de nuestra vida. Un día nos tocará también a nosotros oír esa voz o anuncio de que ¡llega el Esposo! Y la pregunta que me hago es: ¿Estoy preparado? ¿O puede que me suceda lo mismo que a aquellas cinco doncellas necias? Esa es precisamente la cuestión y de lo que realmente se trata. Estoy preparado para acudir a la llamada del Esposo cuando me llame, o, por el contrario me duermo en la negligencia de no estar debidamente vigilante y preparado.

Porque, es un hecho que nos puede pasar. Dormirnos es hasta cierto punto normal. Nuestra condición humana puede quedar vencida por el sueño, pero, despertados tenemos que encontrarnos preparados y dispuestos a entrar por esa puerta a la que nos invita atravesar. De no estarlo, ¿qué nos puede pasar?

Mi sensación en estos momentos es de no estar preparado. Me inclino más a ser uno de esa partida que se ha dormido sin llevar alcuzas ni la suficiente aceite para reponer las lámparas y mantenerlas encendidas. Y eso me impedirá entrar por esa puerta a la hora que me llame el Esposo. Tengo la esperanza de la Infinita Misericordia del Esposo, pero, también sé de su Infinita Justicia. Y nadie, es de sentido común, me deberá eximir de mis responsabilidades y deberes.

Experimento ese vacío interior de no estar respondiendo a la llamada del Señor tal y como Él quiere. Es decir, vigilante y preparados. ¿Preparado en qué? Pues, preparado en amar. Amar como Él me ama, sin condiciones, sin revancha, sin venganza y sin pedir explicaciones al amado. Será Dios quien nos tenga que juzgar a ambos. Tú, por ahora, trata solo de amar. Y es que el amor no se puede prestar. Se tiene y se da, o simplemente, no se tiene y no se puede dar. Por eso, procuraré tener mi alcuza llena de aceite para que llamado por el Esposo pueda entrar sin más dilación.