¡Verdaderamente
era eso lo que esperábamos, compasión y ternura! Porque, precisamente es eso de
lo que estamos necesitados. Falta de compasión, de ternura, de solidaridad y de
pan y sed par muchos que no tienen. Y hoy sigue ocurriendo lo mismo, llegan
muchos – arriesgando sus vidas – a lugares donde encontrar cobijo, mejor vida y
poder comer.
Y, como ayer hizo Jesús,
hoy, nosotros, nos preguntamos: ¿nos compadecemos y sentimos ternura de
aquellos que huyen y arriesgan sus vidas buscando cobijo y la posibilidad de
calmar su hambre y sed?
Jesús, ahora ya en
Galilea, se señala a sí mismo como el ungido, Aquel en quien ha bajado el Espíritu
del Señor. Primero fue presentado por el Padre en la hora de su bautismo en el
Jordán, más ahora se auto presenta el mismo: «El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
Y eso es lo que precisamente hace, e invita a que también – los que creen en Él – hagan. No debemos asustarnos por esa propuesta del Señor. Él sabe lo que tú, y yo podemos hacer. No en vano nos ha creado y sabe de nuestras cualidades y dones. Simplemente, a nosotros sólo nos toca ponernos en sus manos, y, como buenos hermanos e hijos del mismo Padre, Él decidirá qué tenemos que hacer.