sábado, 24 de agosto de 2019

UNA INVITACIÓN A LA SALVACIÓN

Resultado de imagen de Lc 13,22-30
Has sido creado no para luego morir sino para vivir eternamente. Esa es la apuesta por la Vida para la que Dios te ha pensado e invitado. Una Vida Plena y Eterna junto al Padre. Ahora, para ello tendrás que aceptar, no sólo la invitación al Banquete sino también llevar el traje apropiado. Es decir, el plan de Dios que te ha propuesto en su Hijo Jesucristo. Un plan, no sólo proclamado por Él con su Palabra, sino vivido y testimoniado con su Vida entregada a una muerte de cruz.

Jesús, el Hijo encarnado en Naturaleza humana, es el Camino, la Verdad y la Vida, y, Él en los tres años de su Vida pública compartida entre nosotros, nos ha dejado claramente señalado el camino que su Padre Dios nos ha propuesto, no sólo para aceptarlo, sino también para salvarnos para toda la Eternidad. Ese camino es estrecho, nos lo dice claramente, y muy difícil y nos exigirá sacrificio y lucha cada instante de nuestra vida. Seguirle exigirá renuncia, dolor y esfuerzo constante y cargar con nuestra propia cruz.

No se trata de sufrir sino de aceptar el dolor como prueba y demostración de nuestro amor y fe. El camino y recorrido de nuestra vida es la oportunidad para, no sólo afirmar nuestra fe, sino para demostrarla doblegando, por la libertad que se nos ha dado, nuestras posiciones y pecados entregándonos a la Voluntad de nuestro Padre Dios y, por su Gracia,  viviendo según y en su Palabra.

¿Y TÚ, ACEPTAS LA INVITACIÓN A CONOCER A JESÚS?

Resultado de imagen de Jn 1,45-51
Jn 1,45-51
Con frecuencia solemos poner dificultades a todo lo que nos dicen o nos invitan. Siempre encontramos algún reparo para justificar nuestro rechazo u obstáculo. Hay un cierto instinto de ponernos en guardia y a la defensiva a la primera de cambio. Es como si sintiéramos alergia a las invitaciones, incluso hasta las realizadas por algún buen amigo. La desconfianza está siempre flotando a nuestro derredor.

También es importante el origen de donde nos viene la invitación, pues dependiendo del lugar ponemos o no dificultades, objeciones e impedimentos. Sin embargo, el caso que hoy nos ocupa y nos presenta el Evangelio se desmarca de esa tendencia negativa. El invitado hace caso al amigo y accede a conocer al que se le presenta. Es el caso de Felipe y su amigo Natanael. Éste, aconsejado e invitado por su amigo Felipe  accede a acercarse a Jesús, y su encuentro con Él tiene su impacto y le toca su corazón. Lo que acontece en ese encuentro ya lo saben a través del Evangelio - Jn 1, 45-51 -.

Ahora, la pregunta que debemos interiorizar es: ¿Me dejo yo invitar y correspondo a esa invitación? ¿Me acerco al Señor y le escucho? Porque, posiblemente me suceda a mí como ocurrió con Natanael si estoy abierto y disponible a acercarme y escucharle. En caso contrario no tendré esa oportunidad. Creo que la primera y única conclusión que debo aplicarme es la de mirar para mi interior y observar cual es mi actitud y mi cercanía con el Señor. Natanael ya respondió a esa llamada del Señor, pero, ahora me toca a mí responder. Es mi tiempo y mi hora, y no puedo justificarme postergándola para otro momento. El tren no pasa a cada momento, y este tipo de tren es el más importante de nuestra vida.

La respuesta la tengo yo, pues Dios la ha dejado en mis manos dándome la libertad para elegir, pero, esa opción pasa primero por acercarme al Señor y escucharle. Sólo de esta manera tendré la oportunidad de conocerle y, conociéndole, actuar en consecuencia. El tiempo es oro y cada instante perdido no se vuelve a recuperar.