lunes, 1 de abril de 2024

LA RESURRECCIÓN: UNA ALEGRÍA INCONTENIBLE

Cuando experimentas que tu vida no termina en este mundo sino que, tras el paso por éste, estás llamado a una vida eterna, tu alegría se hace incontenible y definitiva. Y sientes un deseo, también incontenible, de anunciarlo a la humanidad: Hemos sido creados para la vida, vida eterna y gozosa.

Ahora, a lo largo de tu camino vas experimentando debilidades y pecados. Sientes miedo de que puedas perder esa gloria de eterna felicidad y, por tus pecados y obstinación, la conviertas en una eternidad de dolor y sufrimiento inimaginable. Somos frágiles y fáciles de seducir por los peligros del alma: mundo, demonio y carne.

Por eso, se hace absolutamente necesario estar y caminar junto al Señor. Sobre todo, abierto a la acción del Espíritu Santo que recibimos en nuestro bautismo. Con y en Él resistiremos los embate de las tentaciones, de la carne y pasiones y lograremos superarlas. Cristo lo ha hecho y, rebajándose a su condición divina, sin dejar de tenerla, ha experimentado y sufrido todo el dolor humano propiciado por nuestros pecados sin culpa de pecado. Simplemente por amor y libremente.

De tal manera que, solo por los méritos de su Pasión y muerte, hemos sido rescatado del pecado y devueltos a nuestra dignidad de hijos de Dios. De modo que si creemos en Él viviremos también en Él y seremos felices eternamente. Y esa alegría, una vez que la experimentemos, no podremos callarla más. Necesitamos anunciarla a la humanidad.