| Mt 18, 12-14 |
La lógica nos dice que los
padres cuidan de sus hijos hasta dar la vida por ellos. Sería contradictorio e
ilógico que un padre no buscara la felicidad de quienes ha engendrado. De ahí
que podamos preguntarnos:
—¿Qué
hará nuestro Padre y Creador por todas sus criaturas? —con esta pregunta,
Manuel abrió el debate en la tertulia.
—Supongo,
y coincido contigo, que deseará que todos sus hijos sean dichosos —respondió
Pedro—. Entiendo que nuestro Creador quiere conservar su obra y creación.
Muchos de los allí
congregados, con gestos de aprobación, confirmaron estar de acuerdo.
—Es
de sentido común —continuó Manuel— que Dios quiere el bien de sus criaturas. ¡Y
lo quiere eternamente! Así lo recuerda Jesús en Mt 18,12-14: «No es voluntad de
su Padre del cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».
—Es decir —intervino
Antonio—, perder esa oportunidad de ser felices eternamente dependerá de
nosotros.
Con
una mirada tierna y serena, Manuel añadió:
—Evidentemente.
Dependerá de cada uno de nosotros abrir o no las puertas del corazón al rescate
del Señor. Con su Vida ha pagado nuestro rescate y ha alcanzado para todos la
Misericordia del Padre.
—La verdad —comentó uno de
los tertulianos—, parece increíble. Nuestra cabeza no llega a comprenderlo.
Manuel
sonrió con comprensión, como quien reconoce que entrar en la lógica de Dios
cuesta a todos. Entonces, levantándose y mirando con suavidad y convencimiento,
dijo:
—La lógica de Dios es la de
un Padre que se desvive por todos, pero sobre todo por el último de sus hijos.
También ustedes y yo seremos acogidos entre ellos y formaremos una sola
familia.
La tertulia tomó entonces un
aire esperanzador. Saberse buscados y salvados por su Padre Dios era un regalo
que traía paz y serenidad. Pero, sobre todo, una confianza que fortalecía la
fe.