jueves, 1 de julio de 2021

LEVANTATE Y ANDA

 

Está claro que el pecado nace dentro de nosotros. No está afuera, sino dentro, y cuando la rumiamos y lo aceptamos, lo concretamos y realizamos afuera. Está metido y enraizado en lo más profundo de nuestro corazón por el pecado. Nacemos manchados y somos limpios por el bautismo, pero sin garantía de que podamos volver a mancharnos. La razón es que somos débiles y, por tanto, sometidos fácilmente a la concupiscencia, a la carne y al mundo por el poder malintencionado y perverso del demonio.

Esa es la consigna que nos da Jesús en el Evangelio de hoy, cargar con nuestra litera - camilla - y volver a andar. Despertar y superar esas parálisis que nos impiden levantarnos y nos amenazan con dejarnos postrados en la cama, paralizados y sometidos. Ese pecado que irrumpe en nuestro corazón nos suscita malos pensamientos y nos ensoberbece hasta el punto de decir: «Éste está blasfemando». 

Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: « ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’».

Posiblemente, hoy experimentamos lo mismo. El mundo ha evolucionado, pero en nuestro corazón sigue la impronta de Dios, a pesar de que, por nuestra naturaleza humana nos sintamos inclinados al pecado. De ahí que Dios nos haya dejado libres para que, obedeciendo su mandato nos levantemos, tomemos nuestra camilla y nos vayamos a casa. Esa es la lección que hoy, al menos a mí, me sugiere esta Palabra de Dios. La necesidad, la perseverancia y la fe de levantarme, tomar la camilla y seguir adelante. La Misericordia de Dios me fortalece y me acompaña.