domingo, 1 de agosto de 2021

¿QUÉ Y A QUIÉN BUSCAS? NO DEFALLEZCAS

 

Aclara tu vida. ¿Qué buscas o a quién buscas? Será muy importante saberlo porque eso aclarará tu camino y le dará ilusión, alegría y gozo. Pero, sobre todo, coherencia y sentido. Sin embargo, conviene antes aclarar algunos conceptos que, de tenerlos confusos, enturbiarán tu camino y lo harán más difícil seguir. Detrás de todo esfuerzo hay un objetivo de felicidad. Es decir, todos buscamos la felicidad.

Ahora, los caminos de búsqueda son diversos, diferentes y también erróneos. Todos prometen esa felicidad, pero no todos la dan como en el fondo de nuestro corazón la deseamos. Lo primero que debemos clarificar es que la felicidad - la auténtica y verdadera felicidad - es eterna. Una felicidad de tiempos y de momentos son espacios en cierta medida felices, pero no felicidad eterna, que es la que precisamente buscamos.

Ahora, aclarado esto, nos preguntamos, ¿dónde está esa felicidad eterna? ¿Está en el mundo? Nuestra experiencia nos dice que no, y la muerte nos lo demuestra. Luego, sin el mundo - donde vivimos - no nos puede dar, ya que no la tiene, esa felicidad, nos seguimos preguntando, ¿dónde está? Porque, segundo, debemos también aclarar que dentro de nosotros hay una chispa de eternidad que nos empuja a buscarla y que nos recuerda que realmente existe.

Saciar esa hambre de felicidad que tenemos es lo verdaderamente importante. Pero, para ello habrá que buscarla con insistencia y perseverancia, sin desfallecer. Importa más que la propia vida material ese alimento espiritual - Pan del Cielo - del que Jesús nos habla hoy en el Evangelio. Cierto es que ambos alimentos se necesitan, pero, ¿de qué nos vale el alimento del cuerpo si perdemos el alimento de Vida Eterna? 

Esa es la prioridad y la que tenemos que poner como primera opción. Nos lo dice Jesús claramente: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello».